La puntualidad, un valor perdido
Hay personas que nos
sacan de quicio, es decir todos conocemos a alguien o tenemos un amigo que se
pasa de descarado y es capaz de llegar el colmo de tarde. También hay quienes,
siempre llegan a tiempo, incluso hasta llegan mucho antes.
La puntualidad es un
rasgo de la personalidad, un hábito, incluso más que eso la puntualidad engloba
un valor. La puntualidad debería ser una filosofía de vida, un valor que nos
dota de características como carácter, orden y eficacia.
La puntualidad es una
de las mayores cualidades de una persona, sobre todo en el ámbito laboral, pues
la puntualidad más allá de llegar es una norma de respeto hacia los demás y hay
que decir que, es una buena carta de presentación en su imagen profesional. Por
aquello nos es impensable llegar tarde a una entrevista de trabajo, a una
reunión laboral o a una cita de negocios. Al llegar puntuales se habla de un
grado de compromiso básico y de la buena capacidad para organizarse. La idea de
que “por más que me organizo, no consigo ser puntual” es falsa.
Ser impuntual podría
verse con un alto grado de egocentrismo, hay que considerar que el tiempo es un
recurso no renovable, por tal razón lo que más molesta de que alguien llegue
tarde es la sensación de pérdida de tiempo, es decir, tiempo que podría ser
mucho más productivo. Cuando se llega temprano a cualquier cita, es un
indicador de que se respeta el tiempo, no solo el suyo sino de la
otra persona.
En los países cultural
y tecnológicamente más desarrollados, como Suiza, Alemania, Japón, la puntualidad
es constante y tal vez por lo mismo, hace que sean países más fructíferos.
Pero ser puntual no es una de las ejemplares virtudes
que caracterizan la vida del latino americano, y sobre todo de los
ecuatorianos; quién no ha escuchado de “la hora ecuatoriana”. Que supone que
los ecuatorianos siempre llegamos, hacemos o empezamos las cosas una hora
después de lo acordado. Este es probablemente es un tema reiterativo; y pasa
desde en una reunión familiar, de amigos, e incluso en actividades oficiales;
donde es “normal” que en la autoridad principal llegue tarde y nadie exprese su
malestar o se retire. Esto dice mucho sobre la autovaloración, de lado y lado.
Las personas que llegan
tarde suelen sufrir consecuencias negativas en su vida. Los impuntuales suelen
desorganizar su agenda y la de sus acompañantes. Esto se le llama el efecto de
arrastre, una de las peores consecuencias, pues hay que recordar que la
administración del tiempo es una disciplina.
Además cuando alguien
se retrasa repetitivamente, sus excusas ya no son creíbles, y tendemos a pensar
que sus promesas para la siguiente ocasión, tampoco. La impuntualidad es un
motivo de estrés, para quién espera y para quién llega tarde.
En su oficina,
encuentros de negocios, citas, etc. distíngase por su puntualidad y tendrá
potestad para exigir igual retribución. Evite desaprobación y provocación hacia
quien convoca. Cuando se asiste a un evento ya sea familiar o empresarial,
recuerde darse su lugar y no permita que lo hagan esperar como es costumbre.
Todos los que deseen llegar a su hora pueden
conseguirlo, es cosa de tener la disciplina de estar a tiempo, para cumplir un
valor esencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario